Proyecto nominado al XI Premio Luis Caballero. Del 7 de mayo al 12 de junio de 2022.
La iconografía de un santo de la primera época del cristianismo, miembro de la Guardia Pretoriana del emperador, en la antigua Roma (Siglo 3, d. C.), tuvo un inesperado auge de propagación mil años después de su muerte. Esta profusión de imágenes de san Sebastián responde a una atribución entonces apenas insinuada y casi inédita: el supuesto milagro de actuar como escudo capaz de vencer a la muerte o eludir el contagio en medio de la irrupción y gradual desaparición de una plaga que, entre los siglos 14 y 16, diezmó la población en los viejos continentes.
Así, esa expandida alegoría de raíces clásicas inscribe analogías que surgen por el modo en que fue torturado, mismo en el que la mayoría de imágenes suele representarlo: el martirio de flechas que le dispararon al no abjurar de su fe (la sagittazione), pensadas como signos o mensajeros de una enfermedad que, a pesar de hundirse en su cuerpo, no logran acabar con su vida (su asesinato se produce luego de recuperarse de sus heridas, al ser azotado y apaleado). Se trata de un brote devocional al Depulsor Pestilitatis (“Protector contra la Peste”) que crece con la exaltación de su joven anatomía, resistiendo las saetas entre la agonía y el éxtasis, y que lo hace emblema por excelencia de la entereza ante un flagelo cuyo agente biológico en ese momento todavía se desconocía.
Adrián Gaitán reproduce varias de estas representaciones en claroscuro (y sin flechas) sobre madera, usando como pigmento las manchas viscosas de gasolina o diésel que, por fuga, dejan los automóviles en el piso de los estacionamientos. Con reverberaciones a la pandemia, la instalación se concentra en otra fiebre, de la que no nos hemos aún recuperado: la del “oro negro”, motor de la sociedad industrial y de las guerras del último siglo. En medio de una transición donde estos combustibles fósiles empiezan a ser sustituidos por energías renovables de cero emisiones, varias de las más grandes empresas de hidrocarburos han tenido en los últimos años una política de subvención y mecenazgo a distintos museos en todo el planeta. Estos actuaron como fuente (o refugio) para una limpieza de imagen corporativa aludida por el artista en una suerte de umbral luminoso o escenario cinematográfico que, inmerso en muchas formas de colapso, puede pertenecer tanto al fin como al principio de los tiempos.
Su propuesta convierte la sala en un santuario y, simultáneamente, en oficina postal para la coordinación de envíos de estas umbrosas copias, siendo desde aquí remitidas a distintas ciudades del mundo donde los originales se encuentran. Exploran así la posibilidad de ser ungidas o no por el sistema del arte (¿“santos óleos” para consagrar a los admitidos o dar extremaunción a los enfermos?), reclamando su breve sustitución dentro de esos mismos recintos de valor o respaldo; en un momento en que todos los valores, al igual que nuestras nociones de recursos y poder, claman también ser sustituidas. Como si fuese la crónica de un derrumbe, la instalación sugiere que, con o sin retorno, hay energías (icónicas, históricas, culturales) cuyo contaminante y oscuro esplendor vemos aún fascinados. Una opulencia decadente que, con o sin fe, aceptamos como invitación a un moderado suplicio: aquél capaz de postergar el inexorable y merecido acto de morir, como si por descuido hubiese llegado a la cuenta una retribución de vida suplementaria.
Emilio Tarazona
Sobre Adrián Gaitán
Artista egresado del Conservatorio de Bellas Artes de la ciudad de Cali. Entre 2007 y 2008 fue director de la revista de bellas artes VanityPlast y del Espacio 3/4 Arte Contemporáneo. De 2005 a 2009 integró el colectivo El Camión, que realizó exposiciones en diferentes regiones de Colombia. De forma individual y colectiva ha expuesto en garajes, ríos, calles, lotes, museos y galerías de Colombia y el exterior. Algunas de sus exposiciones destacadas son Arcolombia (Madrid, 2015), la X Bienal de Mercosur (Porto Alegre), Video sur (Palais de Tokio, 2018), al igual que los salones nacionales de artistas n.os 41, 42, 43 y 45, realizados en Cali, Cartagena, Medellín y Bogotá, respectivamente.
En 2014 fue premiado por el Ministerio de Cultura de Colombia como artista joven y recibió la Beca de Circulación Internacional en 2013; la Alianza Francesa le otorgó una beca de creación en 2012 y el Premio de Arte Joven en 2006; igualmente, fue ganador de la segunda edición de la Bienal de Bucaramanga, y ganó en dos años consecutivos la convocatoria del programa La Vitrina, de la Fundación Lugar a Dudas, en Cali.
Ha participado en varias residencias artísticas: en 2013, Hotel Maria Kapel (Holanda), Laagencia (Bogotá) y Casa Tres Patios (Medellín); en 2016 residió en la Cité Internationale des Arts (París) y el Museo del Barrio (Manizales); en 2017, en la Escuela Flora (Bogotá); en 2019, en Residencias en Bloque, 45 Salón Nacional de Artistas. Actualmente trabaja colectivamente con el proyecto Sí, acepto, que explora un campo híbrido entre la gestión cultural, la práctica artística y la curaduría.
Colaboradores
Francisco Lozada, José Forero, Fabio Acosta, Jhao Santacruz, Camilo Guevara, Alexander Gómez , Germán López y Jawer Cuevas